martes, 25 de septiembre de 2018

EN LA NOCHE

En la noche oí el llanto de niños hambrientos, peleando por mendrugos con las ratas. Oí a mujeres pálidas disfrazadas de muñecas quebradas murmurar su hastió a su compañera más próxima. Oír a un perro aullar de miedo al ojo de la luna. Oí un disparo y un cuerpo caer. Oí mi sangre corren frenética bajo mi piel.

En la noche vi brillar ojos de odio, navajas frías y ramilletes de pólvora. Vi una niña vestida de mujer bajo un sol gélido y artificial. Vi la sangre mezclándose con el aceite huir por las bocas de las alcantarillas.

Vi muerte enmascarada de vida, vi polvo sobre polvo marchando sobre nombres silenciosos y entre paredes cansadas de contemplar desgracias. En un laberinto de concreto e inmundicia giraba la noche con desgano de anciano, pero vibrando como el ansia del asesinato. Cálida y despiadada como una mujer, sentí la noche tocar el temblor de mis venas, llenándome los ojos de sombras y las manos de flaquezas.

En la noche me sumergir, como tantas mascaras sin rostro, perdiéndome en ese marasmo de gritos y mutismos que enraízan la locura en las sienes pero traen una esperanza inconcluso y agridulce, que se disipa con la dureza de cada amanecer.


jueves, 13 de septiembre de 2018

INFINITO

Tres veces suspira el perro de la Muerte
expandiendo espirales de negro tedio.
El sol muestra su pasmo en pálidos espejos
y se oculta tras nubes de lobreguez cómplice.
En la esquina del ojo huye la cabellera del viento
con aleteo de ángel hereje.
Palpita con desgano el tiempo
enlatado en un calabozo discoidal de reloj patibularios.
Dioses nacen en vientres inquietos.
Huimos de la persecución de nuestras sombras
para alcanzar la indulgencia de la noche ciega.
Mártires de mármol se desnudan en todos los atrios
alborotando la danza de los diablos mundanos.
Te busco a tientas entre el enjambre de quimeras,
busco la monotonía de tu espiral convulsa
pero no logro desentrañar el algoritmo de su ausencia.
Me pierdo en el marasmo estoico de estrellas,
en el rapto desvanecido de su eternidad sin sueño
y sé que no te encontrare en este brecha
pues te extendiste en praderas siderales
donde ningún ojo o plegaria alcanzan tu brillo.
Mientras el perro de la Muerte duerme,
refugio mi reposo en el palio de su sombra,
cayendo en ese mar de ojos estáticos
que nada miran, pues todo han visto,
al que los que morimos llamamos “infinito”.



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