Archivamos todos. Nuestra vida cabe en unas hojas de papel metidas en una carpeta y oculta en la oscuridad de unas cajas.
Somos un número entre números, una cifra perdida entre el océano de datos y porcentajes.
Nacemos y morimos como un número escrito en cualquier lugar.
Somos tantos y hacemos tanto que la única forma de comprimirnos en por medio de la apretada síntesis de una cifra. Y acabamos encapsulados en un archivo que acumula polvo junto a miles, millones más.
Uno entre millones.
La individualidad se desvanece ante la vorágine de rostros y nombres. Demasiadas manos y pies se agitan en el planeta. Demasiadas horas y vidas para ser contadas una a una.
Al
final acabaremos en el archivo postrer, convenientemente agrupados en tumbas
bien delineadas.
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