Quise amarte, pero no pude. Me envolviste en una asfixia impenetrable, pletórica de tu perfume, pero también de tus manías, de tu locura.
Querías despojarme de mi propia esencia, dejarme desnudo al frío de tu voluntad. Te sentías émulo de Dios, intentando labrarme cuál barro a manos de tu capricho, para hacerme imagen de tu imagen, un espejo de tu ego lapidario.
Pero mi Yo no se doblegó. Mi rostro no huyo del espejo y mi sombra aún cuelga a mis espaldas. La asfixia se despejó con su ausencia. Ahora puedo respirar. Ahora estoy libre de ataduras y desgastes.
El amor es una prisión voluntaria que se transforma en calabozo en una vuelta de esquina.
Fuente: foter.com
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