viernes, 1 de junio de 2018

SOLEDAD

No hay soledad más pesada que la que se soporta en compañía. 

Cuando a tu lado hay un ser que respira, que se mueve, que piensa en una calibración diferente a la tuya, no se puede decir que te está acompañando. 

Encerrado en su propio mundo, girando en un círculo íntimo, es tan lejano a ti como esas estrellas de luz muerta que rutilan en la noches más heladas.

Estamos solo, por más que marchemos en medio de la multitud, la soledad nos rodea como un aire frio, que se cuela en nuestras venas, repta por nuestras entrañas, anida tras nuestros ojos. 

Intentamos refugiarnos entre conocidos o familiares. Creemos encontrar compañía en alguna persona que dice amarnos. 

Inútil.

La soledad nunca se va, pues cada humano es único y por lo tanto, sumamente solitario. 

Entonces nos sorprende la Muerte es la ansia apresurada que llamamos “vida” y entonces, tomándonos de la mano, nos lleva al único lugar donde nos sentiremos plenos, parte del todo.

La rigidez estática y eterna del Vacío infinito.


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