Escuchamos con las pupilas a los difuntos, mantenemos soliloquios unilaterales con el polvo de tiempos muertos, alimentándonos de vidas ajenas, siempre más sustanciosas que las nuestras.
Libros, amigos fieles que siempre aguardan entre el polvo y la penumbra a que les demos nueva luz entre los dedos y bajo el rigor de nuestra vista.
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