MARTES
Ayer fue un día tan anodino y tedioso que ni siquiera podría decir que lo viví. Muchas veces siento que deambulo en un sueño ajeno, protagonizando la historia insípida y sin gracia de algún escritor sin talento, incapaz de crear arte, de delinear una trama digna de ser recordada.
Soy un personaje de fondo, el atrezzo inútil que se quedó tras bambalinas.
¿Quién será el espectador de mi vida, si yo mismo no lo soy?
¿Habrá aplausos cuando caiga el telón? ¿Habrá alguien que lo vea caer?
Camino hacia el cuarto de baño. De alguna manera, el escandaloso ruido de mi orina al caer sobre el agua teñida de azul me eleva el ánimo. Mientras contemplo el foco hasta quedar ciego de blancura, recuerdo que no tengo nada que hacer, no hay trabajo este día y por lo tanto, tampoco dinero. ¿Seria más agradable tener que ir a vender mi cuerpo y tiempo un empleo de diez horas, encerrado en una celda inmutable por unos ajados billetes, entregados como si fueran limosna?
Doy la vuelta y cierro los ojos con fuerza, para deshacerme del blanco que inunda mis retinas. Después de un tiempo los abro y enfrento la crudeza del espejo.
Todos los días contemplo a mi reflejo en el espejo, fantasmal espejismo, criptica imagen de mi decadencia.
“¿Desde cuándo hay un hombre tan viejo habitando en el espejo? Parece que ya está muerto” le pregunto a mi doble. Muchas veces lo hago, aunque sé que dentro de ese desdoble de realidad no hay ninguna repuesta.
Al salir del baño alcanzo a oír un murmullo, que me detiene en seco.
“Es porque ya estás muerto. Desde hace mucho. ¿Apenas te das cuenta? Yo y tu lo sabemos, pero solo yo lo acepto. No eres más que un cadáver deambulando, dando tumbos de un lugar a otro, ciego, sin meta. ¿Te da vergüenza verme todos los días? ¿Piensas acaso que es agradable para mi ser tu proyección? Haznos un favor y no vuelvas a mirarme. Me repugnas tanto como yo a ti.”
Doy la vuelta lentamente, al cesar esa voz que notaba lejana y helada, como salida de las brumas de un cementerio. Mi reflejo me miraba con odio desde su rincón.
Con desaliento, cerré la puerta del baño. Ya no podría entrar de nuevo ahí con agrado, pues temo molestar a aquel que porta mi propio rostro y habita un mundo ajeno al mío..
No hay comentarios.:
Publicar un comentario