jueves, 13 de septiembre de 2018

INFINITO

Tres veces suspira el perro de la Muerte
expandiendo espirales de negro tedio.
El sol muestra su pasmo en pálidos espejos
y se oculta tras nubes de lobreguez cómplice.
En la esquina del ojo huye la cabellera del viento
con aleteo de ángel hereje.
Palpita con desgano el tiempo
enlatado en un calabozo discoidal de reloj patibularios.
Dioses nacen en vientres inquietos.
Huimos de la persecución de nuestras sombras
para alcanzar la indulgencia de la noche ciega.
Mártires de mármol se desnudan en todos los atrios
alborotando la danza de los diablos mundanos.
Te busco a tientas entre el enjambre de quimeras,
busco la monotonía de tu espiral convulsa
pero no logro desentrañar el algoritmo de su ausencia.
Me pierdo en el marasmo estoico de estrellas,
en el rapto desvanecido de su eternidad sin sueño
y sé que no te encontrare en este brecha
pues te extendiste en praderas siderales
donde ningún ojo o plegaria alcanzan tu brillo.
Mientras el perro de la Muerte duerme,
refugio mi reposo en el palio de su sombra,
cayendo en ese mar de ojos estáticos
que nada miran, pues todo han visto,
al que los que morimos llamamos “infinito”.



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