martes, 25 de junio de 2019

5 COSAS QUE ODIO AL IR AL CINE

Disfrutar del septimo arte es algo que esta al alcance de la mayoria de los mortales gracias al comercio bucanero, pues ir a la pantalla grande ya es un verdadero lujo que yo mismo tengo que practicar de vez en cuando.

 Es por eso que es sumamente irritante que la experiencia sea arruinado por personas poco civilizadas que desmuestran su falta de buenos modales y respeto a sus congeneres en situaciones como las que voy a comentar, en cinco cosas que odio al ir al cine.

😒

GENTE PLATICONA


¿A poco no es sumamente molesto que mientras tu intentan poner atencion a la historia en pantalla, atras o al lado de ti hay unas personas que no dejan de charlar en voz alta y riendo a carcajadas como si estuvieran en la sala de su casa? En esos momentos dan ganas de tener a mano un lanzallamas.


😒

NIÑOS INSOPORTABLES


Por alguna razon, los padres creen que es buena idea llevar a sus crios al cine, a sabiendas que se la van a pasar corriento, gritando, chillando, golpeando a los presentes, brincanto en las sillas y haciendote meditar sobres los beneficios de la vaseptomina. Y lo peor es cuando sin poner atencion a el rango de edad, los meten a ver peliculas de horror, donde obviamente se asustaran y empezaran a llorar a gritos.

😒


LOS QUE NO SUELTAN EL CELULAR

Pocas cosas ponen a pruba la paciencia que tener cerca a alguien que no deja de hablar a gritos por su celular, mandando mensajes de voz o a adolescentes tomante selfies y quemandote las retinas con sus flahses. Deberia ser delito de carcel.

😒

QUE SUBAN LOS PIES A LOS ASIENTOS

Estas muy tranquilo tratando de disfrutar una buena pelicula y de pronto, notas algo cerca de tu cara y al mirar, vez dos hediosod pies, con o sin zapatatos, de un imbecil que cree que el cine se volvio su propiedad al comprar un boleto. Tienes que aguantar tu ira para no acabar en la carcel por lesiones o asesinato.

😒

LA BASURA

Acaba la pelicula, intentas salir y tienes que ir apartando con los pies platos de nachos llenos de queso, vasos vacios, envolturas de todo tipo y  otras inmundicias de personas que no tienen ni pizca de sentido de civilidad y limpiesa y que te hace enfurecer como gente aseada que eres.







lunes, 24 de junio de 2019

ASTRO

  De nuevo sentí, en ti y en mí, la dureza de la inmensidad.
  
  Bajo los giros imperturbables del cielo, entregado a su vértigo estelar, caminamos, gastando más ese camino viejo que tan bien conocemos, sin intercambiar fonemas, pues, en nuestra íntima connivencia, ya sabíamos lo que pensábamos.

 Te percibo eterna, perenne; hermanada con la luna y el viento, sin raíces que te anclen a ningún rigor; solo hojas que danzan en cantos verdes y adornan la cabellera de las dríadas.

  Eres el eco de una alegría luminosa, que llena mis espacios por dentro y por fuera. Eres sol amigo, familiar, que agita el polvo de mis recuerdos más amargos y los dispersa en una carcajada cómplice. Eres la sílfide siempre presente, chispa arrebolada que hace correr con regocijo la sangre bajo mi piel.

  Tengo miedo de soltar tu mano y verte desvanecida por la brisa, etérea a inmemorial, carne de fulgor ultraterreno siempre pronta a la fragilidad pero más sólida que la vejez de la Tierra. Tengo miedo de no oír tus pasos sobre las rocas, tu risa musical y cristalina bajo las ramas, el suspiro incensario que oprime mi pecho con una melancolía antigua pero cuyo germen no alcanzo a evocar.

  Sé que un día no te encontraré, aunque te busque bajo la sombra de cada árbol y golpee todas las puertas. Sé que un día te ganara el ansia del céfiro y del horizonte, pues tú no perteneces a ningún lugar pero al mismo tiempo, eres herencia de todos. Tú no te atas a ninguna hora pues eres inconmensurable como el propio tiempo. 

  Un día despertaré con la sospecha de un beso bullendo en la frente y el raudal de lágrimas mojando mis labios. Ese despertar rebosara de tu ausencia y me ungirá de dolor y añoranza; pero yo te bendeciré tu nombre, que tanto bien me hará siempre y en mi rostro llevaré orgullo la braza de tu ósculo, refulgiendo como un astro.





Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

lunes, 3 de junio de 2019

DESDE EL EXILIO parte 9


Miércoles


Otro día de trabajo. Correr de un lado a otro llevando vasos y platos. Ver como los comensales devoran las botanas que les pones enfrente y de forma irremediable, recordar a una piara de cerdos. Maduras algo pasadas con escotes que intentan recordar que aun son hembras. Adolescentes en reducidos vestidos buscando sexo casual. Ebrios mascullando chistes irritantes. Soportar diez horas de pie. Algo de propinas. Volver a casa tambaleándome como si yo hubiera sido el que ingirió un litro de tequila. Yo lo sirvo y el vértigo es para mí.

Ceno poco, enciendo el ordenador y escribo estas líneas. ¿Para que? No lo es bien. ¿Tengo algún lector? ¿Lo tendré algún día? Escribo para mí, para poner en orden las ideas, siempre caóticas, que rondan como polillas mi mente. Trato de alejar la demencia que siempre acecha encima de mi hombro tecleando neciamente, agitando con un eco monótono y mecánico la soledad que rezuman las sombras de mi cuarto.

¿Escribo porque no tengo con quien hablar? Supongo que es cierto que ningún hombre puede vivir totalmente en la soledad. Por más que este rodeado de personas, móviles, ruidosas, apestando a sudor y prisas; me siento como el náufrago que desespera al verse rodado de un horizonte liquido y cruel, amenazante, cambiante y abismal. En enigmático como al verme rodeado de un océano de carne y sangre viva y pensante, me sienta más solitario, más marginado.

Entre la multitud tus gritos jamás encontraran eco.

Entre la multitud las lágrimas son invisibles.

Entre la multitud tus huesos se dispersaran sin que nadie los note.

Entre la multitud dejas de ser alguien para ser algo, una piedra mas, una basura, unos zapatos, una camisa negra, el olor a cigarrillo.

Así es como yo percibo a aquellos a los que me pagan por servir. Sin rostros, sin voz, sin sustancia. A lo mucho recuerdo el relumbre de unas piernas o el vértigo de un escote y poco más. Y es que en mí solo ven una camisa blanca y un chaleco negro, una entidad borrosa que solo se materializa cuando se le necesita.

Al fin, no somos nada para nadie. Somos sombras danzando en las tinieblas.

Un baile de mascaras sin rasgos que nos arrastramos en círculos embriagados de suicidio, alrededor del foso final.

Alrededor del abismo.

La matriz de la Nada.



Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.