viernes, 23 de marzo de 2018

TUMBAS

-Cada tumba tiene una historia- suspiro el viejo sepulturero, dejando caer su sombra sobre las hojas secas que agitaba el viento.

Yo miré la tristeza gris de las derruidas lápidas y erosionadas cruces. Un gusto de melancólica amargura se sentía subir por la garganta. Silencio. ¡Hay tanto silencio en esta parte del cementerio!

-Cada tumba tiene una historia- repito el anciano -o más bien, cada tumba arropa una historia olvidada. Bajo esta tierra sobre la que ahora caminamos, centenares de huesos y polvo ocultan una vida que ya nadie recuerda, tiempo en el que se odió, se amó, se sufrió, se sangre y que paso sin dejar huella, imperceptible como un gemido lanzado al vendaval.-

El crepúsculo ardía tras las montañas azules.

-Solo hay una muerte, hijo- me dijo con desencanto – cuando nadie te recuerda ni siquiera tu nombre, cuando tu sepultura no tiene epitafio cuando el olvido te arroja al más frío abismo.-

El viejo, con la pala al hombro, caminaba lentamente hacia el extremo contrario del osario.

Yo caminé hacia la salida siguiendo mi sombra, dándole la espalda al sol agonizante


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