Hoy puede
brillar el sol en lo más alto. El viento podrá mover las flores y envolver con
su perfume tu cabello, ahora negro y cálido.
Tus manos
son firmes y tus pies seguros. Miras al cielo con desafío y alzas los brazos
para tocar las estrellas, mojándolas en luz.
Pero el
invierno siempre llegará.
El viento
soplará frio, los campos y tus cabellos se cubrirán de nieve. Tus manos se
precipitarán en una desolada fatiga y tus pies ya no querrán saber de ningún
camino.
Las hojas
secas te murmuran sobre los tiempos idos, te hablarán de los secretos del
osario y de la seguridad y comodidad de estar muerto.
Y al final, tus pasos se detendrán en un instante helado, tus ojos negarán la luz y tus manos se cruzarán sobre tu pecho.
Pues siempre habrá un invierno.
Y él
nunca falta a su cita.
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