Hay que saber esperar.
Cada día es un nuevo inicio, así como cada noche, cada régimen
de sueño es una muerte parcial que nos anestesia de la vorágine caleidoscópica que
es la vida.
Despertamos, vemos la luz de nuevo y esperamos algo nuevo.
¿Que esperamos?
Es la naturaleza del humano esperar siempre lo mejor.
Esperar algo de calidez, un inesperado deleite, un beso, algo que nos haga más
soportable esta existencia que en sus más crueles aristas se torna intolerable.
Siempre esperamos, aunque no sabemos qué.
Miramos al sol y a la luna y sabemos que estarán ahí hoy y
cuando ya no estemos, que hay cosas inmutables pero que su seguridad nos da
firmeza, esperando que esto no cambie.
Pero aun así esperamos.
Y seguiremos esperando, pues la esencia humana está dotada
de un hambre que nunca encuentra satisfacción. Esperamos desde que por primera
vez abrimos los ojos hasta expeler el último resuello.
Y, tal vez, aun después, seguiremos esperando.

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