domingo, 16 de julio de 2017

NOSTALGIA

Pasa el tiempo, inexorable e indetenible. Su rigor afecta a todos y a todo y no hay dios que lo detenga, pues ninguna deidad ha pasado la prueba del tiempo.

Mira tus manos... ¿Son las mismas de ayer?

Mira tú ojos en la pupila del espejo... ¿Es la misma mirada que recordabas?

Mira hacia arriba... ¿Notas como el cielo es cada vez más gris, el sol duele más y las estrellas lucen más tristes, como si fueran lágrimas de la luna insomne?

¿Dónde está el fuego de antaño? ¿Desde cuándo el cansancio y él hastió enfriaron tus venas y te atan a ese viejo sillón, desde donde miras sin ver el parpadeo de una pantalla?

Y de vez en cuando, la nostalgia cae sobre ti como un luto.

Luto por tus años muertos, sus sueños marchitos, tus esperanzas infructuosas.

Luto por los días de sol que no volverán, por las risas y los juegos, por la calidez y la amistad que ahora se transmutan en la gélida cercanía del osario.

Esta nostalgia por lo que nunca retornara anida en nuestras sienes, emblanquece nuestros cabellos y llena de temblores las manos.

Miramos el atardecer y contemplamos como un sol agonizando se hunde en las tinieblas de un sepulcral horizonte.

Pero la diferencia es que tienes la seguridad que él cuenta con otro amanecer.



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