martes, 22 de octubre de 2019

DECISIÓN

¡Tú, fantasma amortajado en iridiscencias huecas, fuego fatuo que alegre baila en las más duras espesuras! ¡Tú, deslumbrante ramera que ríe disoluta sobre las tumbas, aléjate de mí!

¡Déjame en mi escueto desamparo, abrazado al duro esqueleto de mi tristeza, amarga, pero sincera! ¡Déjame tomar la soga y buscar el árbol donde se retuerce la sombra de Judas! ¡Aleja de mi cuello tu aliente de dulzor venenoso, tu toque de calidez que es solo el preludio del infierno! ¡Déjame arroparme en cenizas, cubrir mi desnudez con el helor de la nieve!

Tu solo traes el espejismo que alimenta la sed, el abismo camuflado en la danza de las mariposas, la montaña de agujas de embriaga con su brillo.

Tú, meretriz de piel de mármol cuyas entrañas hierven de los más hediondos gusanos. ¡Tú, en cuyos muslos hay promesas brumosas y entre ellas hay horror de mausoleos!

Tú, cuyo abominable nombre es y fue: Esperanza 

¡Abandóname a mi orfandad sin margen, en el desgarrador aullido del cierzo! ¡Déjame contemplar en todo su espanto el decrépito rostro de la Verdad! ¡Permíteme besar sus helados y pestíferos labios!

Prefiero beber el veneno en el cáliz del dolor, pero servido por la mano de la Realidad, antes que embriagarme de locura con el licor que manan de tus engañosos pechos.





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sábado, 31 de agosto de 2019

“CHUPAR FAROS” ¿DE DONDE VIENE ESA EXPRESION?

Si eres mexicano, seguramente más de una vez habrás oído la frase “chupar faros” para referirse a que alguien o algo ha fenecido está próximo a hacerlo.  Ejemplo: “Fulanito chupo paros” “¡Uy, este coche esta por chupar faros” etc.

Pero… ¿De dónde proviene esta extraña y sin sentido expresión, ahora coloquial, pero que para un extranjero resulta insólita y confusa?

Para entenderla, debemos retroceder a los inicios del siglo XX, a la época de la Revolución Mexicana, para ser más precisos.

Según una costumbre militar extendida desde tiempos muy añejos por todo el mundo, el prisionero a punto de ser ejecutado merece una pequeña satisfacción, un regalo pre-mortem que haría un poquito menos amargo el próximo abrazo de la Parca. Bien podría ser una última cena e incluso, una última sesión amatoria con una mujer. En aquella aciaga época, no había tiempo ni presupuesto para tales lujos, así que humildemente, los pelotones de fusilamiento solo les podían ofrecer a los próximos cadáveres un cigarro barato.


En esa época, ya existía una marca de cigarrillos manufacturada en México con capital extranjero –como siempre- llamados Faros. Esos, por ser baratos y accesibles –incluso se decía que no estaban hechos de tabaco, si no de ojos de maíz- eran los comunes entre las tropas tanto del gobierno como de los rebeldes. De ahí que “chupar faros” se refería de forma generalizada a “fumarse un cigarro”, así de simple; convirtiéndose en la marca en sinónimo del producto, como es algo también común desde siempre.


Poco a poco y mientras las ejecuciones de hacían pan de cada día, la frase se tiño de un triste significado, siendo la analogía de la muerte.

Así es como hasta estos días, la máxima “chupar faros” aún se entiende de la más fúnebre forma.

Así que… ¡Ya saben un poco más sobre la pintoresca historia mexicana!

lunes, 29 de julio de 2019

DESDE EL EXILIO parte 11

VIERNES

A veces intento recordar mi niñez, pero solo entreveo escenas difusas, nebulosas. Recuerdo caer de la cama y abrirme la cabeza. Me veo a mi mismo vomitando y cortándome un dedo con un cuchillo. Recuerdo la tos y la fiebre. Recuerdo el horror claustrofóbico del colegio, las peleas, la violencia y el gozo de aprender. Veo todo en trazos sin contorno, como los vestigios de un sueño que apenas se puede recordar.

No entiendo como hay personas que hablan con añoranza de su niñez, como si fuera un paraíso que se perdió y marchito. Yo cada vez que recuerdo esa etapa de mi ciclo vital solo siento con fuerza la urgencia de escapar, de estar en un mal lugar del cual huir, como sea. La niñez fue algo terrible, la experiencia de ser un perfecto idiota en un mundo de idiotas, solo que más pequeño, más manejable e ingenuo; el perfecto juguete que la vida arroja al rio furioso para verlo azotar contra las piedras. 

Tal vez por eso no puedo recordar con solidez mi infancia. Intuyo que mi mente ha bloqueado masivamente aquellos primeros años. Sé que hay personas cuya niñez fue terrible, de pesadilla, llena de abusos y dolor. Tal vez ellos la recuerden precisamente por eso.  La mía fue tan gris, apática, insulta y hueca que por eso no recuerdo la mayoría de ella.

Creo que nunca fui niño.

Ahora, ya viejo y casado, me siento más feliz - ¿feliz? - que cuando era un carajito. Ahora soy más libre. La vida me sigue lanzando al pozo de mierda llena de vidrios rotos y jeringas usadas, pero por lo menos tengo la libertad de agitar el puño con ira y dejar mi maldición como herencia al viento.
Tengo la libertad de escribir estas líneas que nadie leerá pero que sirven de sangría moral.

Es tarde ya, hora de dormir con la frialdad de los fantasmas que he desempolvado.




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martes, 16 de julio de 2019

DESDE EL EXILIO parte 10

JUEVES

El día fue largo, extenso y caluroso. Sin trabajo, ni nada importante que hacer, de entrega a la tentación del ocio con total impudicia, adormeciéndome como cerdo sobre lodo, ni triste ni feliz, animalizado por un tedio insoportable.

Un desgano casi suicida.

¿Estaré desperdiciando mi vida así, dejando los días escurrirse entre mis pies, sin hace nada bueno ni malo, solo consumiendo recursos y desechando lo que ya no me sirve?

¿Que hay para mí allá afuera, en el mundo de sol y viento?

¿Que hay para mí en esa fronda de postes y cables?

¿Que hay para mí en los pasos de los perros y las piernas de las putas?

¿Que hay para mí en la basura y en las flores?

Me sentí como en una espiral que descendía a un lagar mortuorio de acre oscuridad. Un ansia negra, suicida, repto de mis entrañas a la garganta. ¿Para qué seguir vivo?

¿Para qué?

La pregunta resonaba en mi interior, fragmentándose en mil ecos, cada vez más distantes, cada vez más profundos y dolorosos. Me sentí como una catedral vacía, arruinada, en donde los gritos de los cuervos resonaban con sorna, burlándose del abandono de Dios.

Débil, cansado, fui a ver a mí Otro Yo. El siempre presume de sabiduría y tal vez podría aconsejarme. Lo busqué en el espejo y agria sorpresa fue el no encontrarlo –una nuestra de holgazanería intolerable para un reflejo-  dejándome con una sensación de oquedad más potente aún.

Si nadie más con quien hablar, opte por salir a la calle. Esta me recibió con la magnanimidad que la caracteriza y me arropo con un cómodo anonimato. Navegue calle tras calles, sin ponerle atención a nadie, asustándome del ladrido de los perros y la sombra de los árboles. Reflejando mi estado de ánimo, la ciudad ponía una cara gris, apática, en vez de la reluciente sonrisa que en días de sol llenaba de dientes blancos cada parque y callejón. Este día la ciudad se siente hueca, horadada, como si su alma colectiva hubiera sido hurtada, perdiendo su sentido, su vitalidad.

Sabía que esa oscuridad salía de mí, transfigurando mi entorno para mis ojos enrojecidos. Los niños corrían como siempre, haciendo resonando los adoquines. Los pájaros musicalizaban el medio día, como siempre. Las colegialas coqueteaban con hombres mayores, como siempre. Los gatos dormían a la sombra, los autos bufaban con rabia, los escaparates temblaban, las campanas aturdían, como siempre.

El mundo giraba sobre su eje y yo con él.

Me di cuenta de que el hombre, en su soberbia, es capaz de teñir de gris las horas más brillantes solo para estar acorde a su íntima rabieta. Pero esto no cambia nada, al hervir dentro de cada quien su propio infierno. ¿Para qué seguir vivo?

“Para descubrirlo” susurro el viento al pasar junto a mí y doblar una esquina.

Mire a un perro café con manchas blancas que me miraba y este movió de forma afirmativa la cabeza peluda.

Seguí caminando, esta vez con ánimos inflamados. Si todo tenía su tiempo y lugar en el cosmos… ¿Por qué yo no?

Termino de escribir esto mientras mastico una galleta con chispas de chocolate.



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domingo, 7 de julio de 2019

ELEMENTAL

El viento
me trae la sombre de tu cabellera,
mojando mis manos con tu color, 
embriagando mis labios
de añoranzas almibaradas.

El sol
me cuenta la extensión de sus pasos
y el sabor de tu piel en verano,
gozando de acariciar tu silueta
con la impudicia de sus rayos.

El mar
me trae nostalgia con gusto a sal,
recordándome la savia de tu ser
que algún día me lleno de furor
y terminó en hogueras compartidas.



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martes, 25 de junio de 2019

5 COSAS QUE ODIO AL IR AL CINE

Disfrutar del septimo arte es algo que esta al alcance de la mayoria de los mortales gracias al comercio bucanero, pues ir a la pantalla grande ya es un verdadero lujo que yo mismo tengo que practicar de vez en cuando.

 Es por eso que es sumamente irritante que la experiencia sea arruinado por personas poco civilizadas que desmuestran su falta de buenos modales y respeto a sus congeneres en situaciones como las que voy a comentar, en cinco cosas que odio al ir al cine.

😒

GENTE PLATICONA


¿A poco no es sumamente molesto que mientras tu intentan poner atencion a la historia en pantalla, atras o al lado de ti hay unas personas que no dejan de charlar en voz alta y riendo a carcajadas como si estuvieran en la sala de su casa? En esos momentos dan ganas de tener a mano un lanzallamas.


😒

NIÑOS INSOPORTABLES


Por alguna razon, los padres creen que es buena idea llevar a sus crios al cine, a sabiendas que se la van a pasar corriento, gritando, chillando, golpeando a los presentes, brincanto en las sillas y haciendote meditar sobres los beneficios de la vaseptomina. Y lo peor es cuando sin poner atencion a el rango de edad, los meten a ver peliculas de horror, donde obviamente se asustaran y empezaran a llorar a gritos.

😒


LOS QUE NO SUELTAN EL CELULAR

Pocas cosas ponen a pruba la paciencia que tener cerca a alguien que no deja de hablar a gritos por su celular, mandando mensajes de voz o a adolescentes tomante selfies y quemandote las retinas con sus flahses. Deberia ser delito de carcel.

😒

QUE SUBAN LOS PIES A LOS ASIENTOS

Estas muy tranquilo tratando de disfrutar una buena pelicula y de pronto, notas algo cerca de tu cara y al mirar, vez dos hediosod pies, con o sin zapatatos, de un imbecil que cree que el cine se volvio su propiedad al comprar un boleto. Tienes que aguantar tu ira para no acabar en la carcel por lesiones o asesinato.

😒

LA BASURA

Acaba la pelicula, intentas salir y tienes que ir apartando con los pies platos de nachos llenos de queso, vasos vacios, envolturas de todo tipo y  otras inmundicias de personas que no tienen ni pizca de sentido de civilidad y limpiesa y que te hace enfurecer como gente aseada que eres.







lunes, 24 de junio de 2019

ASTRO

  De nuevo sentí, en ti y en mí, la dureza de la inmensidad.
  
  Bajo los giros imperturbables del cielo, entregado a su vértigo estelar, caminamos, gastando más ese camino viejo que tan bien conocemos, sin intercambiar fonemas, pues, en nuestra íntima connivencia, ya sabíamos lo que pensábamos.

 Te percibo eterna, perenne; hermanada con la luna y el viento, sin raíces que te anclen a ningún rigor; solo hojas que danzan en cantos verdes y adornan la cabellera de las dríadas.

  Eres el eco de una alegría luminosa, que llena mis espacios por dentro y por fuera. Eres sol amigo, familiar, que agita el polvo de mis recuerdos más amargos y los dispersa en una carcajada cómplice. Eres la sílfide siempre presente, chispa arrebolada que hace correr con regocijo la sangre bajo mi piel.

  Tengo miedo de soltar tu mano y verte desvanecida por la brisa, etérea a inmemorial, carne de fulgor ultraterreno siempre pronta a la fragilidad pero más sólida que la vejez de la Tierra. Tengo miedo de no oír tus pasos sobre las rocas, tu risa musical y cristalina bajo las ramas, el suspiro incensario que oprime mi pecho con una melancolía antigua pero cuyo germen no alcanzo a evocar.

  Sé que un día no te encontraré, aunque te busque bajo la sombra de cada árbol y golpee todas las puertas. Sé que un día te ganara el ansia del céfiro y del horizonte, pues tú no perteneces a ningún lugar pero al mismo tiempo, eres herencia de todos. Tú no te atas a ninguna hora pues eres inconmensurable como el propio tiempo. 

  Un día despertaré con la sospecha de un beso bullendo en la frente y el raudal de lágrimas mojando mis labios. Ese despertar rebosara de tu ausencia y me ungirá de dolor y añoranza; pero yo te bendeciré tu nombre, que tanto bien me hará siempre y en mi rostro llevaré orgullo la braza de tu ósculo, refulgiendo como un astro.





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lunes, 3 de junio de 2019

DESDE EL EXILIO parte 9


Miércoles


Otro día de trabajo. Correr de un lado a otro llevando vasos y platos. Ver como los comensales devoran las botanas que les pones enfrente y de forma irremediable, recordar a una piara de cerdos. Maduras algo pasadas con escotes que intentan recordar que aun son hembras. Adolescentes en reducidos vestidos buscando sexo casual. Ebrios mascullando chistes irritantes. Soportar diez horas de pie. Algo de propinas. Volver a casa tambaleándome como si yo hubiera sido el que ingirió un litro de tequila. Yo lo sirvo y el vértigo es para mí.

Ceno poco, enciendo el ordenador y escribo estas líneas. ¿Para que? No lo es bien. ¿Tengo algún lector? ¿Lo tendré algún día? Escribo para mí, para poner en orden las ideas, siempre caóticas, que rondan como polillas mi mente. Trato de alejar la demencia que siempre acecha encima de mi hombro tecleando neciamente, agitando con un eco monótono y mecánico la soledad que rezuman las sombras de mi cuarto.

¿Escribo porque no tengo con quien hablar? Supongo que es cierto que ningún hombre puede vivir totalmente en la soledad. Por más que este rodeado de personas, móviles, ruidosas, apestando a sudor y prisas; me siento como el náufrago que desespera al verse rodado de un horizonte liquido y cruel, amenazante, cambiante y abismal. En enigmático como al verme rodeado de un océano de carne y sangre viva y pensante, me sienta más solitario, más marginado.

Entre la multitud tus gritos jamás encontraran eco.

Entre la multitud las lágrimas son invisibles.

Entre la multitud tus huesos se dispersaran sin que nadie los note.

Entre la multitud dejas de ser alguien para ser algo, una piedra mas, una basura, unos zapatos, una camisa negra, el olor a cigarrillo.

Así es como yo percibo a aquellos a los que me pagan por servir. Sin rostros, sin voz, sin sustancia. A lo mucho recuerdo el relumbre de unas piernas o el vértigo de un escote y poco más. Y es que en mí solo ven una camisa blanca y un chaleco negro, una entidad borrosa que solo se materializa cuando se le necesita.

Al fin, no somos nada para nadie. Somos sombras danzando en las tinieblas.

Un baile de mascaras sin rasgos que nos arrastramos en círculos embriagados de suicidio, alrededor del foso final.

Alrededor del abismo.

La matriz de la Nada.



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miércoles, 15 de mayo de 2019

SIETE GENEROS MUSICALES QUE DESAPARECIERON

El mundo de la música navega dentro del arte y como ya sabemos, en el arte las modas -aunque podrían negarlo- imponen todo, desde la forma crear hasta la de vestir; por lo tanto, y más aún en la musica, el gusto popular es un amo tiranico que puede encumbrarte a las alturas de la gloria solo para después dejarte caer en el más agrio infierno.


Es por eso y por qué no tengo nada mejor que hacer en este momento, que les dejo una lista de siete géneros musicales que dominaron el panorama en sus respectivas épocas y ahora están muertos y fríos como el corazón de tu novia o en calidad de zombies sonoros.
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¡Comenzamos!


jueves, 9 de mayo de 2019

CUANDO INTENTE LEER A MURAKAMI (Y TERMINE ODIANDOLO)

Desde hace años tenía ganas de leer algo de Haruki Murakami, ese escritor a quien supuestamente le habían robado el Nobel una y otra vez. Empero sus libros tenían un precio mafioso (¿casi $700 por un solo libro? ¡Vaya robo!) Así que cuando me acorde –es decir, hace unos meses- baje el PDF de su dizque obra cumbre, ¡uno de los non plus ultra de la literatura japonesa y universal! Noruwei no mori, mejor conocido como Tokio blues (Norwegian Wood).
Hideki posando con cara de perro regañado y pose intelecutal y artitistica en una foto tan aburrida como sus historias 


Menuda mierda superficial se tragó mis ojos.
Hasta la portada es mala

Cuando empecé a leer la novela, me di cuenta de algo: Era muy vacía. Página tras página de descripciones paisajistas y de vestuario y no pasaba nada. Un monologó gris y apático del igualmente apático protagonista que no llevaba a ningún lado. Diez páginas y ya me empezaba a aburrir.

Rápidamente me di cuenta de que el tal Murakami era un escritor “tragapaginas”, es decir, de los que con tal de engordar el mamotreto lo llenas de párrafos y párrafos de paja inútil, de cosas que no tienen sustancia en la historia, que casi pasa al segundo plano. ¡Y yo odio este tipo de literatura! Por eso odio a Stephen King y sus libros maratónicos que solo tienen un 70%  de contenido masticable.

Como me propuse como reto personal acabar la novela, seguí con la lectura. Y todo fue mal. En principio, odie al protagonista Toru Watanabe, un verdadero patán palurdo y llorón que siente que la vida le debe todo y sin dar nada a cambio. Este pendejo, un estudiante universitario tan aburrido que haría marchitar los jardines de Versalles, el cual esta mórbida y enfermizamente obsesionado sexual y sentimentalmente con Naoko, novia de un amigo. La tal Naoko es un personaje insufrible. Patética, lacrimógena, igualmente obsesionada con el sexo y con haber perdido la virginidad con Kizuki, el cual se suicida y ella poco después también se suicida, como años antes lo había hecho su hermana. ¡Vaya banda de perdedores! Y eso que el autor la describe como una especie de diosa atemporal, la cumbre de la belleza y gracia femenina. ¡Puaj!

Hablando de belleza, es realmente chocante que el tal Toru viva quejándose de su mala suerte con las mujeres mientras de forma inexplicable, tiene sexo en cantidades industriales. Este tipo prácticamente solo tiene que decirle hola a cualquier mujer para que se está le afloje el cuerpo. Y eso ocurre una y otra vez. Este cabrón se folla a prácticamente todas las féminas del libro y aun así se queja de su mala suerte con ellas. Y a niveles absurdos. ¿Quién carajos se pone a meditar sobre lo vacía y patética que es tu vida, lo solo que estas y porque no puedes tener a la mujer que extrañas mientras eyaculas en la boca de una bella mujer desnuda?


El sexo es excesivo en Tokio Blues. Cada tres docenas de páginas y Toru se folla a alguien. Y es descrito de forma sumamente gráfica. Esto es algo esperable en una obra del género erótico, pero es chocante e incongruente que en una obra dramática describir extensamente los pezones, el vello púbico y cada eyaculación, todo con lujo de detalles. Sé que los japoneses son pervertidos por naturaleza pero este Murakami debería mesurarse, pues salta del dramatismo a la pornografía de forma abrupta, que rompe todo ritmo.

Todos los personajes me resultaron repelentes. Midori, amiga sexual del protagonista, la quieren poner como una alegre joven de espíritu libre pero a mí me parece una esquizofrénica con serios problema de déficit de atención, con una personalidad irritante e insoportable. Reiko es una mujer madura traumatizada por ser violada por una niña de 14 años (¿qué carajos?) y recluida en un manicomio junto a Naoko. Es tan empalagosa y pastosa que quería que también se terminara suicidando.

Otra cosa que me erizo fue la odiosa forma en que Murakami describe todo meticulosamente. Nos hace leer a lo que cada personaje comer, con todo y aderezos y porciones. La ropa y sus marcas nos las pone con todos sus brillos e incluso Midori usa todo un párrafo para describir su ropa interior. Todo esto, con el fin de llenar páginas y páginas de paja literaria.

Esta obra fue escrita en 1987 y transcurre a finales de los 60’s, pero es bastante atemporal, cosa que juega a favor y en contra, pues mientras hace que su lectura sea más fácil, en ningún momento sientes la época en que transcurre la historia, por más que referencias a canciones hippies metidas con calzador se usen

No quiero extenderme más en algo que no vale la pena. Ese libro fue toda una decepción. En lugar de encontrarme con una obra profunda, gozosa, aleccionadora, jugosa; me di de bruces con un libro tan hueco y sin gracia que resulta insultante que intenten nominar a su autor al Premio Nobel. Murakami es un hábil y muy promocionado autor de best-sellers actos solo para hípsters, adolescente que creen que el amor realmente existe o señora menopáusicas nostalgias por su juventud marchita.

Así aprendí a odiar a Haruki Murakami como escritor.

¿Les dije que me propuse terminar el libro? Pues falle, me salte página tras página a partir de la mitad para llegar a un final tan desabrido e insulto que me hizo de inmediato borrar el PDF.

Definitivamente, para ser un autor exitoso, necesita un buen manager y poco talento.

sábado, 4 de mayo de 2019

DESDE EL EXILIO parte 8

MARTES

Ayer hacia mucho calor pero ahora el cielo luce gris y sucio. Las nubes se extienden como manchas imposibles de limpiar. El viento sopla con sorna, mordiendo los postes telefónicos con rencor, asustando a los perros del barrio y metiendo mano, obscenamente, bajo las faldas de las viandantes.

¿Dónde está el sol?

¡Bah! ¿Quién lo necesita? Yo no. Es agradable el que los espesos nimbostratos oculten esa cara redonda, burlona y sarcástica.

Es un buen día para quedarse en casa, enclaustrado en mi habitación, disfrutando del silencio y la oscuridad compañera.

Me tiendo sobre mi rechinante cama, cierro los ojos y finjo estar muerto para el mundo.
Las horas pasan lentas, sedosas. Mi madre dice algo, pero ni la entiendo ni le quiero poner atención. ¡Es tan cómodo estar muerto! Sin problemas, sin preocupaciones, sin sueños, sin urgencias. Solo la proximidad del blanco gusano como recompensa a una vida hueca, aplastada y desmenuzada hasta el polvo por la propia vida. ¡Ya lo decía el maestro Poe, al final, el gusano es el conquistador final!
Cuando apenas rozaba el mórbido reino del sueño, una extraña urgencia. En lo mas intimo de mi ser se levantó la necesidad, muy pocas veces sentida, de la compañía femenina. Un lado de mí quería tener a mi lado, abrazándome, una hembra humana, de generosas y bien puestas carnosidades, susurrándome palabras azucaradas a mis nada castos oídos. Pero otro lado de mí, el que siempre prevalece, me hizo levantarme como si la cama me quemara casi gritando: “¿¡Pero que diablos!?”

El suceso me desconcertó. ¿En serio, algo en mí ansiaba la compañía de una mujer, la hechicera calidez de la piel femenina? ¿Mi fidelidad a la soledad se vio comprometida? ¡Oh, que desliz, que traición!

Me desperece rápidamente y salí a caminar, evitando toparme con mí Otro Yo, que me espiaba desde el espejo, pues él sabe siempre lo que me ocurre, por más que se lo oculte o finja indiferencia; quería evitar su sorna y sus burlas. Así que salí despedido cual bala en Colt de cowboy, sin siquiera despedirme de mi madre. Ya afuera, el viento frio y las nubes espesas me trajeron una sensación de familiaridad y tranquilidad.

Caminaba lentamente, rozando las paredes y levantando polvo. Casi por costumbre me dirigí hacia el centro de la ciudad; esperando que unas horas sentándome en una banca, bajo la sombra de un árbol y ver a las regordetas palomas caminar por los adoquines. Las nubes seguían altas en el cielo y la careta del sol aun estaba oculta, mientras un viento frio hacia temblar los muslos de las mujeres en minifaldas y endurecía los pezones de las jóvenes.

Conforme transcurrían los minutos me sentí de nuevo a gusto dentro de mi piel, yo mismo de nuevo. Lejos quedaron esas insanas ansias de tener una pareja. ¡Bienvenida de nuevo, hermosa y fiel Soledad! ¡Tú, que siempre perdonas el desliz del amante! Te percibo aquí, en la caricia glacial del céfiro, en el polvo de los adoquines, en el tránsito de las calles, en el paso algodonoso de las palomas, en las faldas volantes, en las prisas del trabajador, en las risas de los niños. ¡Soy ajeno a todos ellos y al mismo tiempo, parte de todo! ¡Soy una partícula del infinito, como ellos, que gira en el mismo torrente cósmico de todo ser viviente, pero orgullosamente único!

Mi estomago me dice entre gruñidos que necesita combustible. Mis pies quieren marcar camino de nuevo. ¿Es esta la vida del vagabundo en el exilio?

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martes, 12 de marzo de 2019

DESDE EL EXILIO parte 8

LUNES


Tengo el ánimo desinflado, por lo que para acentuar mi ambiente espiritual entenebrecido leía a León Tolsoi y Victor Hugo, mientras escuchaba rock gótico y música romántica de los setentas, disfrutando de la gris dignidad de estar entristecido.

Mientras sacudía el polvo intruso de los rincones y mantenía leves diálogos con las arañas patonas que habitan en el techo de mi habitación, me sorprendí espontáneamente envejecido, como si una parte de mí reposara en ese detrito acumulado sobre mis libros, como mi fecha de caducidad hubiera llegado a su limite. Obtuso, torpe, ciego, me deje caer sobre la cama, tan débil que pensé que mi cuerpo dejaría de respirar.

¡Oh, que pesado se siente el aire cuando la carne esta tan erosionada!

¡Cómo pesa el fardo del alma, que se refugia en la sombra que siempre traes colgada!

El cansancio se mecía sobre mis parpados y en poco tiempo caí en un letargo denso, sin sueños, del cual desperté un par de horas mas tarde, sin saber si realmente estaba vivo o ya era un fantasma, condenado a arrastrarme entre las grietas de las paredes y la timidez de las sombras. Poco a poco volvió la sensación de vida a mi cuerpo en forma de dolor en las manos y tras los ojos. Dolor, siempre es el dolor lo que nos recuerda nuestra existencia, nuestra carne, nuestra fragilidad, nuestro cansancio. El dolor define la vida y la delimita con la Muerte. ¿El ser humano es un cangilón de sufrimientos de toda especie, pero cuya existencia permite la del propio hombre?

Ya la vejez llega rápida, como ejército invasor. Y el cansancio, sordo, pesado, desgasta huesos, escoria la piel, marchita la carne. Y de repente, como el día de hoy, dejas en la cama el fantasma de un hombre joven y enfrentas con espanto la careta amargada y rencorosa de un anciano de mirada agostada y lejana.

El otro yo, al verme, río con sorna.

Aun durante mi trabajo resonaba su risa en mi cabeza.



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jueves, 7 de febrero de 2019

DESDE EL EXILIO parte 7

DOMINGO

Estoy aburrido.

Desperté temprano gracias a la charla que un par de torcazas tenían en el patio colindante con mi cuarto. Me incorpore, mire a mi alrededor y al ver que nada extraordinario había ocurrido mientras estaba inconsciente, me deje caer y dormí de nuevo.

Horas mas tardes desperté de nuevo, pero no tuve ánimos de decirle adiós a la calidez de mis cobijas, así que, con toda la concupiscencia posible, me envolví en ellas hasta quedar convertido en un molusco y ahí espere a que el mundo llegara a su fin. Con los ojos cerrados, pero con la mente funcionando, disfrute del explorar el fino arte de no hacer nada que tan bien practican nuestros honorables políticos y los verdosos perezosos de las junglas.

Morían los minutos con un gran bostezo, cayendo como nieve gris sobre mí. Los mundanales ruidos se hacían tan lejanos, tan extraño, ajenos, que me sentí caer en el vértigo de la tumba, en la inexistencia más placentera y absoluta, la aniquilación final del ser. 

¡Qué delicioso es no se nada, no tener pensamientos, no sufrir! ¡Flotar como detrito cósmico en la inmensa placenta de la eternidad! ¡Hundirse en la negra matriz del Vacío, donde la luz y el pensamiento están desterrados!

Polvo eres y en polvo te convertirás.

Cenizas a las cenizas.

Deje de sentir mi cuerpo. Hasta creí dejar de respirar. Poco a poco me hundí en un acogedor abismo que me engullía y degustaba como una golosina. Me entregue a la voluptuosidad. Ya no era yo, era solo una sombra que se desvanecía entre sobras, el eco de una blasfemia que se diluía entre marejadas de silencio. 

Que hermoso.

A lo lejos, oí como la Soledad me gritaba algo que no pude entender, pues ya era muy profunda la negra fosa del olvida en la que me hundía.  Aun arropado por varias mantas, sentía cada vez más frio, pero este, lejos de incomodarme, me parecía familiar, nostálgico, como el visitar algún lugar muy querido después mucho tiempo.

Alguien me susurraba al oído, cantándome sobre el dulce placer del suicidio. Sentí como unos gélidos pero amistosos brazos me rodeaban y un ósculo helado se posó sobre mi mejilla derecha.

Sabía quién era y recibí sus halagos con gusto.

Empero, un sentimiento de opresión, de angustia, creía en mí. Una urgencia ineludible, apremiante, dura, despiadada.
Los brazos que me oprimían aflojaron suavemente. El helor que me rodeaba, el abismo que de forma tan maternal circundaba toda mi esencia, poco a poco se fueron alejando.

¡No, quiero estar ahí, en el frio, el silencio, el Vacío! ¡No me regresen a la dureza de la luz, a la crueldad de la carne, a avernal sin sentido de la vida!

¡No! ¡No! ¡No!

Abrí los ojos, girándolos con espanto y delirio. Aspire con fuerza, llenando de oxígeno mis pulmones. El frio de aquel beso aun me quemaba la mejilla. 

Supe que estuve a cercano al punto del no retorno. Tan fuerte era mi desgano que mi alma – o lo que sea que sea al combustible de mi carcasa- estuvo a punto de emigrar a otras riberas, lejanas, intangibles y deseables, donde se podría entregar al exilio definitivo. Una desilusión de amargo reptar se enredó en mi garganta, ansiando estar de nuevo entre esos brazos glaciares, a ese sentimiento de pertenencia y plenitud que en este mundo jamás podre encontrar.

Pero... ¿Qué es aquello que me trajo de nuevo a este nivel de existencia?

Me di cuenta rápidamente.

Necesitaba orinar. 

Me levante con rapidez felina y apenas llegue al cuarto de baño, donde erosiones mediante brutal chorro de cálida inmundicia la blanca y barata porcelana del inodoro. Sentir que de nueva cuenta de me salia el alma del cuerpo, ahora por un lugar muy indigno.

Regrese perplejo a mi cuarto, sentándome a meditar sobre las vicisitudes de la existencia, en donde una vejiga llena te puede literalmente salvar la vida.

Pero aun sentía el anhelo de esa presencia seductora que gravitaba en el centro del Vacío cuando la Soledad me murmuro al oído:

“Ella es mi hermana mayor y mucho más terrible que yo. Puede ser hermosa, pero una vez te enamore, no hay marcha atrás”

Afuera, la vida rodaba con gozo sobre el mundo.



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miércoles, 30 de enero de 2019

DESDE EL EXILIO parte 6

SÁBADO

Llegue agotado del trabajo, tan cansado que hasta el peso de mi sombra se me hacia intolerable. Como alguna cosa que me sirvió mi madre y, harto del estruendo del salón de eventos, busque con fiebre el refugio del silencio como la misma ansia con que se busca a una amante. Y ahí estaba, terso y solicito, aguardando en mi cuarto: mi oscuro, frio cuarto, la isla del exilio en donde yo me puedo sentir yo mismo, cómodo dentro de mi piel.

Extendí mi gruesa humanidad sobre los resortes saltones de la cama, sin cambiarme mi uniforme de mesero. Mi energía parecía consumida y el hecho de desatarme los zapatos parecía una misión disparatada. Cerré los ojos, invocando al sueño.

Nada.

Los abrí de nuevo. Las sombras permanecían estáticas en mi cuarto, heladas y familiares. 

Amo la oscuridad, la forma en que me arropa, que me acaricia. ¡Es tan femenina! Cuando me encuentro dentro de su reino siento su presencia, su respiración. Me envuelve como un perfume, como un recuerdo muy querido y muy presente. A veces, siento como si sus labios escarchados se posaran en los míos, dejándome inmóvil y gélido, pero al mismo tiempo, infinito e invulnerable, seguro dentro de unas manos inmensas, cósmicas.

Amo la noche, la oscuridad y el silencio.

Y la soledad.

Pero odio dormir.

Desde pequeño, el hecho de quedar inconsciente, indefenso, con mis sentidos apagados, me causaba pavor. Antes de conocer la verdadera naturaleza de la oscuridad, la llegada de la noche me aterraba y el vivir en una casa que según lo que se rumoreaba en la familia, escondía fantasmas en sus grietas y moho; me causaba una desazón terrible. ¿Quién sabe que cosas se ocultaban bajo la cama? ¿Hay algo acechando en la negrura del patio? ¿Quién hizo ese ruido? ¿Alguien respira mi sueño, respirando fétidamente sobre mi cara en mis horas de candidez? Así que el niño que una vez fui, rebullía inquieto bajo las cobijas, con miedo de que lo que sea que fuera, se materializara frente a él. Miedo ancestral, primitivo, alimentado por una religión obtusa y caduca.

Y el sueño se convirtió en un visitante no deseado.

Mientras escribo esto siento como la oscuridad observa sobre mi hombro. Se que le disgusta el tecladeo y el brillo de la pantalla. Pero esta aquí, mas fiel que cualquier mujer, que cualquier amigo. Siento sus manos sobre mis hombre y oigo en mi rincón mas intimo su voz, lejana como una campana de plata en medio del brumoso mar: “Estoy aquí para ti, siempre lo estaré. Y cuando llegue le momento, nos haremos uno tu y yo, dispersos entre la luz muerta de las estrellas y el eco de dioses marchitos . Seremos uno, eternos e ilimitados”.

Apago la pantalla. En un rincón, la soledad ronronea, seductora. Y yo se que es la oscuridad vestida con otro juego de lencería.

Al fin de cuentas, realmente no estoy solo.



DESDE EL EXILIO parte 5

VIERNES

-La vida es una mierda- rezongó mi amigo, mientras resoplaba con fuerza, expulsando un torrente de humo azulado, que se dispersó suavemente en el ambiente.

-Así es -respondí, poseído con una abulia casi suicida, desparramando mi oronda humanidad en un viejo sillón de resortes saltados y cubierto de polvo.

Ambos mirábamos la lluvia caer a través de la entrada del taller mecánico, propiedad de mi colega. Sin trabajo pendiente, el también se sentía arrobado por una pereza paralizante, lo cual, al sumergirte dentro de ti mismo, siempre lleva a la meditación.  

-Trabajamos hasta quedar con las manos destrozadas y la espalda partida en dos. Sudamos y nos ensuciamos. Despertamos cansados, llegamos cansado y regresamos cansados. ¡Y apenas tenemos dinero para lo más necesario! No podemos ahorrar porque el dinero como llega se va, se evapora en aras de la urgencia. ¿Es acaso nuestro sino vivir bajo el yugo, labrando surco infecundo y lanzando miradas hacia atrás, para ver que ni siquiera dejamos huellas en la tierra? - 

Mi amigo hablaba como todo un filósofo en el foro de Atenas.

-Échale la culpa a Eva y sus nalgas antediluvianas, que convencieron a Adán de trabarse aquel fruto que Dios, que los espiaba para verlos jugar desnudos, les había prohibido solo por molestar y para tener una escusa validad al lanzar una maldición a su progenie – le respondí, mientras contemplaba a una rata correr empapada en la acera de enfrente y meterse bajo la puerta de una casa que tenía pinta de ser muy aseada.

Una risa chirriante y oxidada salio del magro pechó de mi amigo. 

-No, no puede ser tan fácil -

Otra chupada al cigarrillo. Otra bocanada. Me abstraje contemplando las evoluciones del humo. Retorciéndose, transformándose, buscando llenar un espacio demasiado grande, me pareció realmente hermoso.

Largos minutos de silencio. Ambos teníamos la vista clavada en la calle mojada, aunque poco nos preocupaba la lluvia. Cada quien rumiábamos preguntas que sabíamos no encontrarían respuestas. No por nada, los grandes pensadores de toda la historia se habían topado con el muro de la realidad al interrogar al horizonte sobre una simple duda:

“¿Para que carajos estar vivo?”

-La vida nos supera, cabrón – le comente a mi amigo -Nos anega, nos asfixia, nos impide ser quien queremos y nos golpea como un martillo hasta moldearnos a su antojo. Otro engranaje en la maquina. Además, la vida es una vil perra, como una ex-esposa. Simplemente no puede vernos felices porque inmediatamente moverá los hilos para amargarnos hasta el resuello. No podemos ser felices porque estamos vivos -

-Entonces… ¿Quién puede ser feliz? - 

-Los idiotas, que creen que lo son. Los niños pequeños, que aún no tienen conciencia y los locos, que la han perdido -

Mi amigo asintió, casi con admiración.

Los bigotes de la rata aparecieron bajo la puerta en la que había entrado. Miro a un lado y otro y salio despacio, arrastrando su aristocrática cola.

Había dejado de llover.



lunes, 21 de enero de 2019

DESDE EL EXILIO parte 4

JUEVES

El trabajo de mesero puede llegar a ser tedioso y cansado.

“¿Quiere un tequila, señor, señora?”

“En unos minutos les serviremos la comida”

“¿Más servilletas?”

Básicamente todos los eventos en los que trabajo llevan la misma mecánica, con diversas variaciones. Acomodar mesas sillas, mantelería, losa, cubiertos. Servir comida y bebida mientras tratas de no mirar los amplios escotes de las invitadas o no dejarte deslumbrar por los constantes flashes de tangas que acechan por medio de las cortisimas faldas. Deambular de aquí por allá buscando que hacer para que las horas, pesadas y lentas, se aceleren un poco.

“Gracias por la propina, señor”

Al final, salir dando tumbos por las calles, como si estuvieras ebrio, pero solo son las piernas, acalambradas por un cansancio de ocho o diez horas de estar de pie en un suelo duro y frio.

Dinero en el bolsillo. 


Me dejo caer en mi cama. Como ya es muy tarde no pongo música para ambientar la lectura del libro que he comenzado a leer. Diez páginas después, siento la vista borrosa y me cuesta poner atención a la trama, viendo como danzan las palabras de forma nebulosa por la blancura del papel. Enciendo el televisor. Paso los canales unos tras otro. Nada interesante para mirar. Mantengo la sintonía en una película mexicana majadera de la década de los setentas, solo por las desnudeces de las actrices.

Que patética es mi vida.

Ceno café con leche sintética y galletas baratas. Mi familia ya había cenado y no quiero ensuciar los trastes recién lavados. El cansancio se vuelve dolor a la par que los músculos se enfrían, llegando en espasmódicas oleadas. Con mucha razón el mito de la biblia judeocristiana pone al trabajo como una maldición divina. ¡Maldito seas Adán, por tragarte ese fruto censurado, solo porque te convencieron las nalgas antediluvianas de la tonta Eva! 

Me meto a la cama a intentar dormir, pero hasta el estar sobre el colchón lastima mi cuerpo. El sueño tarda en llegar cuando el agotamiento es mucho, por más incongruente que se escuche. Para distraer mi mente empiezo a recordar a cuantas mujeres he conocido en mi vida y con cuantas pude tener encuentros pecaminosos de haber sido menos tímido y más listo. Una o dos tal vez.

Por fin caigo dormido, como es natural, sin darme cuenta. Sueño que las invitadas de la fiesta bailan desnudas en torno a mí, que me encuentro sobre una mesa, rociándoles las tetas con tequila blanco. 


jueves, 17 de enero de 2019

DESDE EL EXILIO parte 3

MIÉRCOLES

Camino con cadencia por las calles, entre remolinos de polvo y bolsas plásticas que se aferran a mis pies. El sol se ocultaba con pudor tras una gran nube gris en forma de cerdo, derramando tímidos ratos amarillentos por aquí y por allá. 

Me siento pleno, libre en las calles solitarias y silenciosas. Tan a gusto me encuentro que percibo como las viejas casas me sonreían por todas sus grietas, como afables ancianas. ¡Oh, que gratos momentos trae a veces el exilio, cuando nadie ni nada viene a perturbar la dulzura de la soledad! La ciudad es mía, el dédalo de sus calles viejas y sucias es mío, su silencio y su tristeza son míos también. Y yo soy suyo. Ambos somos demasiado viejos para empezar de nuevo, pues para hacerlo, primero debemos ser destruidos. Ni ella ni yo tenemos síntomas de redención. Estamos condenados a ser lo que somos, lo que siempre hemos sido, hasta que el sol se apague y el viento deje que girar.

A través de unos audífonos una música regocijante llega a mis oídos directo de mi teléfono portátil. Ajusto inconscientemente la caída de mis pasos al ritmo de la misma, haciendo más grata esa caminata.  Así llego al centro de la ciudad, arrugando la nariz ante toda esa gente sin rostro que se retuerce de un lado a otro.  La soledad se rompe, pero es algo que esperaba. Busco una banca vacío, me acomodo en ella y contemplo a las blandas palomas caminar en zigzag. La vista de esos inocentes seres que no ambicionan más que una migaja me llena de paz.

El sol aparece de improviso, llenando todo con una luz dura e hiriente. A la sombra de un árbol, me siento protegido de esa impudicia. Las palomas se alejan volando, haciendo ondular más los cortos uniformes de las colegialas que aparecen correteando en grupo. Un anciano trata de alcanzar su sombra, sosteniéndose en un bastón oxidado. Una señora muy gorda pasa arrastrando a un niño igual de gordo, que come una paleta de dulce enorme. Un desfile de personas que no conozco y no me interesa conocer.

El viento empieza a soplar, levantando travieso basura y faldas. El sol parece soltar una carcajada al ver como nuestros ojos se llena de suciedad y las gargantas de mosquitos. ¡Oh, ese sol que no hace mas que contemplar la desgracia humana sin hacer nunca nada para remediarla! Aunque seguramente, si lo enfrentamos, nos dirá que mucho hace con fecundar las plantas, secar la rompa en las azoteas, broncear a las putas en las playas y secar la lluvia en las banquetas. 

Me alejo a comprar algunas cosas necesarias para mi sustento. El sol espía mis pasos y los escotes de las madres solteras. Alzo la mirada y miro esa sonrisa sórdida en su redondo rostro. Me siento indignado.

Por eso amo la noche. La cara dulce y serena de la luna siempre me llena de una agridulce nostalgia.

¿Porque no puede ser siempre de noche?



miércoles, 16 de enero de 2019

DESDE EL EXILIO parte 2

MARTES

Ayer fue un día tan anodino y tedioso que ni siquiera podría decir que lo viví. Muchas veces siento que deambulo en un sueño ajeno, protagonizando la historia insípida y sin gracia de algún escritor sin talento, incapaz de crear arte, de delinear una trama digna de ser recordada. 

Soy un personaje de fondo, el atrezzo inútil que se quedó tras bambalinas. 

¿Quién será el espectador de mi vida, si yo mismo no lo soy?

¿Habrá aplausos cuando caiga el telón? ¿Habrá alguien que lo vea caer?

Camino hacia el cuarto de baño. De alguna manera, el escandaloso ruido de mi orina al caer sobre el agua teñida de azul me eleva el ánimo. Mientras contemplo el foco hasta quedar ciego de blancura, recuerdo que no tengo nada que hacer, no hay trabajo este día y por lo tanto, tampoco dinero. ¿Seria más agradable tener que ir a vender mi cuerpo y tiempo un empleo de diez horas, encerrado en una celda inmutable por unos ajados billetes, entregados como si fueran limosna? 

Doy la vuelta y cierro los ojos con fuerza, para deshacerme del blanco que inunda mis retinas. Después de un tiempo los abro y enfrento la crudeza del espejo.

Todos los días contemplo a mi reflejo en el espejo, fantasmal espejismo, criptica imagen de mi decadencia.

“¿Desde cuándo hay un hombre tan viejo habitando en el espejo? Parece que ya está muerto” le pregunto a mi doble. Muchas veces lo hago, aunque sé que dentro de ese desdoble de realidad no hay ninguna repuesta.

Al salir del baño alcanzo a oír un murmullo, que me detiene en seco.

“Es porque ya estás muerto. Desde hace mucho. ¿Apenas te das cuenta? Yo y tu lo sabemos, pero solo yo lo acepto. No eres más que un cadáver deambulando, dando tumbos de un lugar a otro, ciego, sin meta. ¿Te da vergüenza verme todos los días? ¿Piensas acaso que es agradable para mi ser tu proyección? Haznos un favor y no vuelvas a mirarme. Me repugnas tanto como yo a ti.”

Doy la vuelta lentamente, al cesar esa voz que notaba lejana y helada, como salida de las brumas de un cementerio. Mi reflejo me miraba con odio desde su rincón.

Con desaliento, cerré la puerta del baño. Ya no podría entrar de nuevo ahí con agrado, pues temo molestar a aquel que porta mi propio rostro y habita un mundo ajeno al mío..



DESDE EL EXILIO parte 1

LUNES

Despierto.

El sonido del despertador me saca de un sueño inquieto que se niega a desalojar mis parpados. Me siento, completamente aturdido, al borde de mí abollada cama. Durante cinco minutos manteniendo la mirada fija en el piso, pero sin verlo realmente. Mis ojos están ciegos, lleno de una luz dolorosa y helada y mi mente obnubilada por las nieblas de una inconsciencia suave, seductora; la pereza del que no tiene ningún propósito para estar despierto.

Afuera, algún avecilla canta con alegría, mientras un perro maldice la soledad de la azotea. Autos escupen su ronca cacofonía al tiempo que ensucian el aire con sus negros bostezos. La vida (o la parodia absurda, cruel y lineal que llamamos vida) rueda con desgano, ajena mi helado escondrijo. Aquí me siento bien, protegido, absoluto. La soledad unge mi piel con unos voluptuosos escalofríos, recordándome que no hay nadie que arruine este momento, en el que, aun con la agonía del diario despertar; es mío. Mío es este rincón de penumbras en duelo con una luz gélida. Mía es esta cama que nunca he compartido con el descanso. Mías las pesadillas y el hedor. Mías las tristezas y los rencores. Mío este mundo rodeado de ángulos, con fronteras de ladrillo y un cielo donde por astro hay un foco de fulgor mortecino.

Que triste es todo esto.

Que triste este reino de silencio y exilio. Tristes los libros que acumulan polvo, esos discos que ya no volví a oír, esas paredes húmedas y grises. Triste el murmullo de las telarañas y el cansancio de los zapatos.

Lloraría, sí aun pudiera.

Aun estoy vivo. Me lo recuerda un estómago vacío y unos labios secos y agrietados.

Me visto con parsimonia, como si den mis huesos se acumularan muchas vejeces.

Seria tan fácil dejarse caer y esperar algo nuevo.

La voz de mi madre me pregunta algo que no alcanzo a escuchar. Salgo de mi cubil para enfrentar a ese mundo que mantuve a raya por horas. No puedo huir por siempre de él.





lunes, 14 de enero de 2019

PENUMBRA

Tu piel desgarra la penumbra con fulgores argentinos. Tus pechos son lunas mellizas gravitando entre espumas de deseo. Es tu boca un anhelo carmesí, de donde penden promesas que nunca serán cumplidas, dulcificadas mentiras que quiero creer, que finjo creer. No hay más secretos entre nosotros que los que vela este rincón cómplice; entre tu nombre y él mío no hay más distancia que la de un suspiro entrecortada que se difumina entre sudores compartidos.

¿Quién eras antes de revelar el delirio de tu desnudez ante mis ojos, con tu silueta divinizada en perfiles de marfil? ¿Quién era yo antes de encontrarte en mi camino, en ese bar, en la inmensa amargura que trate de distraer con un poco de whisky? ¿Somos dos soledades que se encontraron por el desatino de la casualidad o dos alas rotas que buscaban su par? ¿Qué importa lejanías y ausencias, ignorancia y vicisitud, cuando hundo mi carne en tu carne y somos unos solo, meciendo la vida en un vaivén cómplice y húmedo?

Navegando entre las ansias de tus muslos, me extravío en un maeltrom de ensoñaciones. Dejo de ser yo para ser parte de algo más grande, intimo pero infinito, como si pudiera contar una a una las estrellas y reordenarlas a mi capricho. Pero el rigor de la carne, el aroma agitado de tu excitación me recuerda mi fragilidad, lo efímero de mi paso, el derrumbe final de todos mis agobios y el viento que dispersara mi polvo.

Pero aquí y ahora me siento eterno, degustando la ambrosía de tus pechos y hundiendo mi rencor en tu centro más intimo, hasta derramarlo en furioso oleaje. Tu cuerpo vibra bajo el mío, mientras tus dientes se clavan en mi hombro hasta enrojecer más tus labios. Siento que también devoras mi alma, que me dejas seco por dentro y por fuera, dejando solo un cascaron vacío de lo que fue un hombre roto y sin horizonte. 

Quedamos explayados sobre esta vieja cama, compartiendo agotamiento y resuello. ¡Cómo relumbran tus pechos, perlados de sudor, en la penumbra! ¡Qué ascuas son tus ojos que pueblan de verdores las sombras que nos acarician! Pero tu piel se siente tan fría y tu silencio es tan duro y lapidario.

Te levantas, rígida y maquinal, arropando la gloria de tu epidermis con las telas con la que entrantes. Arreglas tu cabello de negras ondulaciones y sin mirarme, extiendes tu mano hacia mí.

Ya no hay palabras, no hay complicidades ni espejismos.

Pongo unos billetes en la blancura de tu mano.

Sales, con pasos mullidos como sombra de gato.

Me quedo solo, desnudo y huérfano, sentado en la vieja cama rodeado de una penumbra cada más intensa, más dolorosa. 
Siento que algo que rompe, muy profundamente, donde no sabía que había realmente algo.

Me inclino y empiezo a llorar sin ruido.


miércoles, 9 de enero de 2019

UNA CAMINATA

Camino por una calle cualquiera, con mis pasos huérfanos de toda prisa. El viento arrastra la omnipresente basura, arremolinandola en mis pies. El fétido olor de la civilización me rodea, la eterna peste de la presencia humana. 

Me hundo en un cómodo silencio, saboreando mis pensamientos, dejando que mi cuerpo me lleve a donde quiera. La luz del sol, dolorosa e implacable, le recuerda a mi piel el precio de estar vivo; pero aun así continuo dentro de mi, arañando con insistencia las paredes de mi alma, hurgando con ansias aquellos misterios que yo mismo he construido. Muro tras muro he levantado alrededor de mi centro. Mascara tras mascara oculta la esencia final de mi rostro.

Un perro solitario camina con el mismo desgano que yo, agobiado por la prisa de su sombra. Viene en sentido contrario a mi y ambos nos dedicamos a ignorarnos cordialmente. Por un momento, cruzamos mirada. ¡Que profundidad  la de esos ojos animales! ¡Cuanta inocencia e incluso bondad se pueden adivinar en esas pupilas marrón! ¿Porque llamamos bestias a los seres que no son humanos, cuando dentro de esos corazones que laten igual que los nuestro, hay mas nobleza que aquellos que llamas padres, los que te estrechan la mano jurándote amistad y esa persona que comparte sabanas contigo!

Ambos nos separamos, sin saber a donde vamos y peor, de donde venimos. Sin collar y sin dueño, vagamos por donde mejor nos parezca, viviendo una vida que no es mas que el ensayo de la muerte.

En esta larga calle solo se escucha la monotonia de mis pasos. El polvo canta bajo mi marcha y su eco me trae una sensación de vitalidad, de suficiencia. Me siento libre en mi soledad, en esta caminata sin definición, con el viento agitando mi cabello y el rencoroso sol cayendo a plomo. Solo se es libre si se esta solo pues la presencia de otro siempre es atadura, una especie de esclavitud en diversos grados. Solo se puede crecer solo, como cada árbol se levanta buscando tocar el cielo por si mismo. Sus raíces son su fortaleza y aunque este rodeado de semejantes, es el único y en su orgullosa soledad, vive y muere, bajo el mismo sol y el mismo cielo que lo contemplaron desde su inicio.

No se cuanta distancia he recorrido desde que salí de mi casa, pero parecen años, siglos. Miro mis manos para ver si no son las de un anciano y espío mi reflejo en las ventanas para ver si mis cabellos no son blancos. Pero todo en mi sigue igual, así como esta sucia ciudad, como el hedor que repta en todos lados, como la basura, el polvo y el viento.

Una par de  jóvenes estudiantes aparecen de repente doblando una esquina. Sus risas tienen el tintineo enloquecedor de cristales  y las cortas faldas, que el céfiro cómplice arrebola alrededor de sus muslos, deja entrever la blanca frescura de su piel, brillante como hierba matutina.  Su presencia rompe la intimidad que había creado entre la calle y yo, arrojandome a lo que se puede llamar mundo real, recordándome que soy de carne y espíritu, que mi sangre corre con cálidos deseos.

Habrá otras caminatas, púes siempre habrá una calle por la cual transitar.